Esta es una historia que escribí hace años para un concurso y ahora la dejo aquí para quien quiera leerla:
EQUILIBRIO
Koji se quedó parado en la puerta del centro comercial, contando los regalos que debía comprar para estas Navidades. Decidió empezar por el regalo de su abuela y se dirigió a la librería. De camino se paró y miró a su izquierda, algo le había llamado la atención en uno de los bancos. Se trataba de una chica de unos dieciséis años (como él), rubia, tan rubia que parecía que tenia el pelo blanco, de piel, también, muy clara y unos ojos azules, casi transparentes, que miraban a todas partes sin ver nada, pero lo que más llamó la atención de Koji no fue su aspecto físico, si no su ropa, un vestido blanco de tirantes y unas botas marrones.
¿Qué hacía vestida así en pleno diciembre y nevando? En fin, no era asunto suyo y tampoco quería ser cotilla.
Entre empujones se abrió paso por la multitud hasta llegar a la librería, eligió un libro rápidamente y se puso a la cola.
A las cinco, Koji , se dirigió a la salida con dos bolsas llenas de regalos y se encontró con sus padres. Pero antes de salir a las calle Awiyumi de Tokio, giró la cabeza hacia el banco y allí seguía la misma chica, mirando a ninguna parte.
-Mamá, ¿me puedo quedar un rato más?- le preguntó Koji- es que creo que me he olvidado algunas cosas.
-De acuerdo, pero nosotros tenemos que volver a casa. Toma dinero para el autobús. No tardes, hijo- añadió.
-Tranquila- le contesto mientras salían.
Una vez solo se dirigió al banco y se plantó delante de la muchacha, pero ella seguía sin verle.
-¡Oye!, ¿me escuchas? ¿Te pasa algo?- le preguntó.
Ella fijó sus ojos cristalinos en él y después de unos segundos, respondió:
-No lo sé- dijo.
-¿Qué es lo que no sabes?- preguntó molesto, pues ella no parecía querer colaborar.
-Nada.
-¿Cómo que “nada”?, algo tendrás que saber. ¿Cuál es tu nombre?
Se lo pensó, como tratando de recordar.
-Eika- respondió.
- Bien, yo me llamo Koji.- pasaron unos segundos...- Oye, ¿qué haces aquí?, pareces
perdida.
-Eso es, estoy perdida, no sé quién soy.
Koji no sabía si creerla, la verdad, empezaba a pensar que estaba chiflada.
-Yo creo que tienes que ir al médico y...
-¡No!, yo me tengo quedar aquí, hasta recordar...
Koji no se esperaba esa negativa, de modo que cambió de táctica.
-¿Cuánto tiempo llevas aquí?- le preguntó.
-No lo sé, muchos días, muchas noches...- respondió.
-¡¿Y no te has movido de aquí?!
-No- dijo como si nada.
-Pero debes de estar hambrienta, sedienta, muerta de frío...
-Puede ser, no estoy segura.
¡Esto era alucinante! La chica ésta iba a acabar con su paciencia.
-Eika, ven conmigo, te voy a dar algo de comer.
La cogió de la mano y la llevo a una cafetería, allí pidió un bocata, un té caliente y una coca-cola para él.
La llevó hasta una silla y la sentó. Ella lo miró y, por primera vez, esbozó una pequeña sonrisa. La sonrisa no dejaba de ser bonita, pero le daba un aire de loca.
-Gracias- le dijo.
-¡Ah!, de nada- dijo Koji, encogiéndose de hombros- No es para tanto.
-Yo creo que sí, llevo ya varios días en ese banco y nadie me ha mirado siquiera o, si me miraban, me ignoraban. Tú has sido el primero que me ha ayudado, eres muy amable.
Koji se quedó mirándola, parecía que Eika empezaba a reaccionar.
-Oye, ¿eres una mendiga?- le preguntó.
-No- dijo Eika, por toda respuesta.
Eika parecía una niña feliz y Koji sonrió.
De pronto entraron dos hombres encapuchados y armados.
-¡Qué nadie se mueva y no habrá heridos!- dijo uno- Tú-dijo dirigiéndose al camarero jefe- entrégame todo tu dinero.
Koji notó algo frío cogiéndole de la mano, se giró y vio a Eika, estaba helada, más pálida que de costumbre y unas lágrimas le rodaban por sus mejillas. Koji pensó que estaba asustada y le dijo:
-No te preocupes, no pasa nada.
Y, efectivamente, el camarero, mientras llenaba la bolsa de dinero, apretaba un botón de alarma en el suelo, con el pie.
Al instante llegó la policía y detuvo a los ladrones, y el camarero invitó a una ronda de batidos gratis.
-Lo ves,- le dijo Koji a Eika- no pasa nada.
Y al girarse la vio sonriendo, sus ojos de cristal estaban como iluminados, parecía una niña pequeña con una enorme piruleta.
Le sorprendió que se emocionara tanto y también sonrió.
Cuando Eika terminó de comer salieron de la cafetería y se sentaron en un banco. Desde allí vieron a una niña de unos cinco años, que lloraba a moco tendido. La gente de su alrededor la ignoraba y eso molestó mucho a Eika, que miraba a todos con cierta dureza. Se levantó y fue directa hacia la pequeña, Koji la siguió.
-¿Te has perdido?- le preguntó.
-No sé dónde está mi mamá- dijo la niña entre hipidos.
Eika la cogió de la mano y le dijo:
-Tranquila, enseguida encontraremos a tu mamá -le sonrió y miró a Koji- ¿verdad que sí, Koji?
Koji se había quedado embobado, le sorprendía la madurez con la que Eika la trataba, como si fuera su madre, cuando, momentos antes, era ella la que parecía una niña perdida.
-Claro que sí- consiguió decir.
Eika rió, era la primera vez que la oía reír.
Se recorrieron prácticamente todo el centro comercial y finalmente encontraron a la madre de la pequeña.
-Muchas gracias- les dijo.
-De nada.- respondió Eika-Adiós Kolulu- le dijo a la niña.
Eran más de las seis y Koji pronto se tendría que ir, además, Eika estaba bien y no parecía tener ningún problema.
Se habían sentado en un banco, delante de una fuente. Koji volvió a notar algo frío (frío es poco, yo diría helado) y, como antes, volvía a ser la mano de Eika.
-¡Madre mía! ¡estás helada!- exclamó.
-¿A si?,- preguntó, mientras se tocaba la cara- no parece.
-¡Qué dices!, estás helada, aunque no me extraña, llevas ropa de verano.
-Si tu lo dices...Oye, ¿no será que eres tú el qué está muy caliente?
-No, no, tú estás demasiado fría.
Koji se quitó el abrigo y se lo dio a Eika.
-Póntelo, ya verás que estarás mejor.
Un grito hizo que ambos rebotaran en sus asientos. A lo lejos había dos hombres discutiendo a voces, intentaban llegar el uno al otro, pero otras dos personas los sujetaban, a duras penas.
Eika los miraba horrorizada y ya asomaban un par de lágrimas por sus cristalinos ojos.
-“Esta chica es muy rara,- pensó Koji- quiero decir, se emociona con una facilidad tremenda, es como si... como si sintiera las cosas con el doble de fuerza que los demás.”
-¿Por qué?- le pregunta Eika a Koji.
-¿El qué?
-¿Por qué se pelean?, ¿es que se odian?- dice.
-Bueno- no se le daba muy bien explicar las cosas- las personas... no siempre estamos de acuerdo en algunos aspectos.
-Pero no creo que haya que llegar a eso.
-No, ciertamente, son un poco exagerados.
-¿Se odian?
-Puede...
-El odio es malo,- dijo Eika- no trae más que problemas, es un sentimiento que no debería existir.
-Seguramente tienes razón, pero el caso es que existe.
-¿Qué es lo contrario del odio?, ¿qué le planta cara?-le pregunta Eika.
-“¿Cómo se lo explico?...!Ah, ya sé!”-se metió la mano en el bolsillo y extrajo un collar del “ying y el yang”.
-Mira- le dijo Koji- la parte negra es el mal y la blanca el bien, cada uno ocupa el mismo espacio que el otro en el círculo. Sin embargo, en el mal hay un puntito blanco y viceversa, quiere decir que en el mal siempre existirá un poco de bondad y al revés. Nada puede ser puro del todo, ni malvado del todo. Así funciona el mundo, en equilibrio. Toma.-le dijo Koji, mientras le daba el colgante.
Eika estaba maravillada con su explicación, cogió el collar y se lo puso.
-Muchas gracias.
-Es que, como he visto que te emocionas con facilidad, he pensado que te irá bien tenerlo.
Estaba empezando a oscurecer y salieron fuera del edificio, a plena calle de Awiyumi. Eika se giró hacia Koji:
-Gracias Koji, me lo he pasado muy bien contigo y he aprendido mucho.
Sería cosa de Koji, pero le dio la sensación de que Eika brillaba, sus ojos parecían luceros y de su espalda comenzaban a salirle...¿alas?
-¿Eres un ángel?- preguntó Koji, Eika sonrió.
-Gracias a ti he superado la prueba y recuperado mis recuerdos. Ahora sé que sin tristeza no hay alegría, sin odio no hay amor... que el mundo es un equilibrio entre el mal y el bien.
Eika se acercó a Koji y lo besó, transmitiéndole una pequeña parte de su eterna sabiduría, porque los ángeles son sabios,¿verdad?
“Así pues, toda la existencia se reduce a un collar, el collar del “yin y yang”, tan sencillo y tan complicado como eso”.
EQUILIBRIO
Koji se quedó parado en la puerta del centro comercial, contando los regalos que debía comprar para estas Navidades. Decidió empezar por el regalo de su abuela y se dirigió a la librería. De camino se paró y miró a su izquierda, algo le había llamado la atención en uno de los bancos. Se trataba de una chica de unos dieciséis años (como él), rubia, tan rubia que parecía que tenia el pelo blanco, de piel, también, muy clara y unos ojos azules, casi transparentes, que miraban a todas partes sin ver nada, pero lo que más llamó la atención de Koji no fue su aspecto físico, si no su ropa, un vestido blanco de tirantes y unas botas marrones.
¿Qué hacía vestida así en pleno diciembre y nevando? En fin, no era asunto suyo y tampoco quería ser cotilla.
Entre empujones se abrió paso por la multitud hasta llegar a la librería, eligió un libro rápidamente y se puso a la cola.
A las cinco, Koji , se dirigió a la salida con dos bolsas llenas de regalos y se encontró con sus padres. Pero antes de salir a las calle Awiyumi de Tokio, giró la cabeza hacia el banco y allí seguía la misma chica, mirando a ninguna parte.
-Mamá, ¿me puedo quedar un rato más?- le preguntó Koji- es que creo que me he olvidado algunas cosas.
-De acuerdo, pero nosotros tenemos que volver a casa. Toma dinero para el autobús. No tardes, hijo- añadió.
-Tranquila- le contesto mientras salían.
Una vez solo se dirigió al banco y se plantó delante de la muchacha, pero ella seguía sin verle.
-¡Oye!, ¿me escuchas? ¿Te pasa algo?- le preguntó.
Ella fijó sus ojos cristalinos en él y después de unos segundos, respondió:
-No lo sé- dijo.
-¿Qué es lo que no sabes?- preguntó molesto, pues ella no parecía querer colaborar.
-Nada.
-¿Cómo que “nada”?, algo tendrás que saber. ¿Cuál es tu nombre?
Se lo pensó, como tratando de recordar.
-Eika- respondió.
- Bien, yo me llamo Koji.- pasaron unos segundos...- Oye, ¿qué haces aquí?, pareces
perdida.
-Eso es, estoy perdida, no sé quién soy.
Koji no sabía si creerla, la verdad, empezaba a pensar que estaba chiflada.
-Yo creo que tienes que ir al médico y...
-¡No!, yo me tengo quedar aquí, hasta recordar...
Koji no se esperaba esa negativa, de modo que cambió de táctica.
-¿Cuánto tiempo llevas aquí?- le preguntó.
-No lo sé, muchos días, muchas noches...- respondió.
-¡¿Y no te has movido de aquí?!
-No- dijo como si nada.
-Pero debes de estar hambrienta, sedienta, muerta de frío...
-Puede ser, no estoy segura.
¡Esto era alucinante! La chica ésta iba a acabar con su paciencia.
-Eika, ven conmigo, te voy a dar algo de comer.
La cogió de la mano y la llevo a una cafetería, allí pidió un bocata, un té caliente y una coca-cola para él.
La llevó hasta una silla y la sentó. Ella lo miró y, por primera vez, esbozó una pequeña sonrisa. La sonrisa no dejaba de ser bonita, pero le daba un aire de loca.
-Gracias- le dijo.
-¡Ah!, de nada- dijo Koji, encogiéndose de hombros- No es para tanto.
-Yo creo que sí, llevo ya varios días en ese banco y nadie me ha mirado siquiera o, si me miraban, me ignoraban. Tú has sido el primero que me ha ayudado, eres muy amable.
Koji se quedó mirándola, parecía que Eika empezaba a reaccionar.
-Oye, ¿eres una mendiga?- le preguntó.
-No- dijo Eika, por toda respuesta.
Eika parecía una niña feliz y Koji sonrió.
De pronto entraron dos hombres encapuchados y armados.
-¡Qué nadie se mueva y no habrá heridos!- dijo uno- Tú-dijo dirigiéndose al camarero jefe- entrégame todo tu dinero.
Koji notó algo frío cogiéndole de la mano, se giró y vio a Eika, estaba helada, más pálida que de costumbre y unas lágrimas le rodaban por sus mejillas. Koji pensó que estaba asustada y le dijo:
-No te preocupes, no pasa nada.
Y, efectivamente, el camarero, mientras llenaba la bolsa de dinero, apretaba un botón de alarma en el suelo, con el pie.
Al instante llegó la policía y detuvo a los ladrones, y el camarero invitó a una ronda de batidos gratis.
-Lo ves,- le dijo Koji a Eika- no pasa nada.
Y al girarse la vio sonriendo, sus ojos de cristal estaban como iluminados, parecía una niña pequeña con una enorme piruleta.
Le sorprendió que se emocionara tanto y también sonrió.
Cuando Eika terminó de comer salieron de la cafetería y se sentaron en un banco. Desde allí vieron a una niña de unos cinco años, que lloraba a moco tendido. La gente de su alrededor la ignoraba y eso molestó mucho a Eika, que miraba a todos con cierta dureza. Se levantó y fue directa hacia la pequeña, Koji la siguió.
-¿Te has perdido?- le preguntó.
-No sé dónde está mi mamá- dijo la niña entre hipidos.
Eika la cogió de la mano y le dijo:
-Tranquila, enseguida encontraremos a tu mamá -le sonrió y miró a Koji- ¿verdad que sí, Koji?
Koji se había quedado embobado, le sorprendía la madurez con la que Eika la trataba, como si fuera su madre, cuando, momentos antes, era ella la que parecía una niña perdida.
-Claro que sí- consiguió decir.
Eika rió, era la primera vez que la oía reír.
Se recorrieron prácticamente todo el centro comercial y finalmente encontraron a la madre de la pequeña.
-Muchas gracias- les dijo.
-De nada.- respondió Eika-Adiós Kolulu- le dijo a la niña.
Eran más de las seis y Koji pronto se tendría que ir, además, Eika estaba bien y no parecía tener ningún problema.
Se habían sentado en un banco, delante de una fuente. Koji volvió a notar algo frío (frío es poco, yo diría helado) y, como antes, volvía a ser la mano de Eika.
-¡Madre mía! ¡estás helada!- exclamó.
-¿A si?,- preguntó, mientras se tocaba la cara- no parece.
-¡Qué dices!, estás helada, aunque no me extraña, llevas ropa de verano.
-Si tu lo dices...Oye, ¿no será que eres tú el qué está muy caliente?
-No, no, tú estás demasiado fría.
Koji se quitó el abrigo y se lo dio a Eika.
-Póntelo, ya verás que estarás mejor.
Un grito hizo que ambos rebotaran en sus asientos. A lo lejos había dos hombres discutiendo a voces, intentaban llegar el uno al otro, pero otras dos personas los sujetaban, a duras penas.
Eika los miraba horrorizada y ya asomaban un par de lágrimas por sus cristalinos ojos.
-“Esta chica es muy rara,- pensó Koji- quiero decir, se emociona con una facilidad tremenda, es como si... como si sintiera las cosas con el doble de fuerza que los demás.”
-¿Por qué?- le pregunta Eika a Koji.
-¿El qué?
-¿Por qué se pelean?, ¿es que se odian?- dice.
-Bueno- no se le daba muy bien explicar las cosas- las personas... no siempre estamos de acuerdo en algunos aspectos.
-Pero no creo que haya que llegar a eso.
-No, ciertamente, son un poco exagerados.
-¿Se odian?
-Puede...
-El odio es malo,- dijo Eika- no trae más que problemas, es un sentimiento que no debería existir.
-Seguramente tienes razón, pero el caso es que existe.
-¿Qué es lo contrario del odio?, ¿qué le planta cara?-le pregunta Eika.
-“¿Cómo se lo explico?...!Ah, ya sé!”-se metió la mano en el bolsillo y extrajo un collar del “ying y el yang”.
-Mira- le dijo Koji- la parte negra es el mal y la blanca el bien, cada uno ocupa el mismo espacio que el otro en el círculo. Sin embargo, en el mal hay un puntito blanco y viceversa, quiere decir que en el mal siempre existirá un poco de bondad y al revés. Nada puede ser puro del todo, ni malvado del todo. Así funciona el mundo, en equilibrio. Toma.-le dijo Koji, mientras le daba el colgante.
Eika estaba maravillada con su explicación, cogió el collar y se lo puso.
-Muchas gracias.
-Es que, como he visto que te emocionas con facilidad, he pensado que te irá bien tenerlo.
Estaba empezando a oscurecer y salieron fuera del edificio, a plena calle de Awiyumi. Eika se giró hacia Koji:
-Gracias Koji, me lo he pasado muy bien contigo y he aprendido mucho.
Sería cosa de Koji, pero le dio la sensación de que Eika brillaba, sus ojos parecían luceros y de su espalda comenzaban a salirle...¿alas?
-¿Eres un ángel?- preguntó Koji, Eika sonrió.
-Gracias a ti he superado la prueba y recuperado mis recuerdos. Ahora sé que sin tristeza no hay alegría, sin odio no hay amor... que el mundo es un equilibrio entre el mal y el bien.
Eika se acercó a Koji y lo besó, transmitiéndole una pequeña parte de su eterna sabiduría, porque los ángeles son sabios,¿verdad?
“Así pues, toda la existencia se reduce a un collar, el collar del “yin y yang”, tan sencillo y tan complicado como eso”.